Homilia – Novenario Tupasy Caacupé 2023

HOMILIA CAACUPE – 28/11/2023

VICARIATO APOSTOLICO DEL CHACO

 Nos convocamos, una vez más, en la casa de nuestra bendita y amada Madre, la Virgen de los Milagros de Caacupé y en este año de la Oración proclamado por la Conferencia Episcopal Paraguaya, y teniendo a Jesús, maestro y modelo de la oración.

 

Hemos escuchado en la primera lectura, de la carta a los hebreos, San Pablo nos muestra a Jesús como un Sumo Sacerdote grande y al mostrarnos que es un Sumo Sacerdote grande nos invita a que mantengamos la confesión de la Fe, por eso es bueno acercarnos con seguridad al trono de la gracia para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Además, está relacionado con el sacramento del bautismo, debido a que como bautizados estamos llamados a ser profetas, sacerdotes y reyes, aquí enfatiza en el sacerdocio, así que debemos obedecer los mandatos de Dios a ejemplo de nuestro señor Jesús, proclamar la buena nueva, y buscar el camino hacia la santidad.

Nuestro sumo sacerdote, Jesús, no se queda indiferente ante nuestras debilidades, porque ha sido probado en todo igual que nosotros, menos en el pecado. Por lo tanto, acerquémonos con plena confianza al Dios de bondad, a fin de obtener misericordia y hallar la gracia del auxilio oportuno.

En el Evangelio del día, los discípulos le piden a Jesús: Señor, enséñanos a orar…. La oración es la gran disciplina del cristiano. Y lo diría el mismo Jesús en el huerto de Getsemaní: Vigilad y orad para que no caigáis en tentación. Él es nuestro mejor entrenador. Hoy, nos ofrece la oración más perfecta, la más antigua y la mejor: el Padre Nuestro. En ella, encontramos los elementos que deben caracterizar toda oración de un auténtico cristiano. Se trata de una oración dirigida a una persona: Padre; en ella, alabamos a Dios y anhelamos la llegada de su Reino; pedimos por nuestras necesidades espirituales y temporales; pedimos perdón por nuestros pecados y ofrecemos nuestro perdón a quienes nos han ofendido; y, finalmente, pedimos las gracias necesarias para permanecer fieles a su voluntad. Todo ello, rezado con humildad y con un profundo espíritu de gratitud.

Nos dice que digamos Padre: vamos a alguien que sabemos que nos escucha, le hablamos a un Papá bueno, que nos ayuda, que nos recibe, que nos abriga.

Su nombre dice. Pide que sea santificado. El nombre no es solo el nombre propio. Significa: todo lo que es, la totalidad del carácter de la persona que se nos ha revelado. Santificamos, ponemos en el lugar que le corresponde a Dios, su vida, su gracia, su amor. Santificamos el amor, porque Dios es Amor. Santificamos al hermano, porque en él vive Dios. Santificamos la bondad, no la rechazamos. Santificamos nuestra vida, nuestro cuerpo, porque somos imagen de Dios, nos hizo semejantes a Él

Después, cuando ya hicimos eso de poner a Dios en primer lugar, pedimos por el hoy:

danos cada día nuestro pan cotidiano; lo que necesitamos, lo que nos falta. ¿Qué el hoy será consecuencia del ayer que edificamos? Sí, es cierto. También el pan de hoy, es el proyecto de vida que voy haciendo paso a paso. El Padre nuestro, no nos hace infantiles de creer que el hoy llega de la nada, no nos hace estar sentados, o recostados con las manos detrás de la cabeza pensando: ¡sorpréndeme Dios con el día de hoy! El pan debemos ganarlo y también distribuirlo

Nos dice que pidamos perdón por lo pasado…perdón a Dios por lo que hemos hecho mal… y lo hacemos teniendo una vara que nosotros mismos ponemos.

Nos     dice             que pidamos              por       lo             que   viene,  representado por        esto      de “y no nos dejes caer en la tentación”… y la tentación puede ser la infidelidad, puede ser la corrupción, puede ser la concupiscencia, puede ser el quitarme la vida porque creo que nada vale la pena, puede ser la tentación de vivir de arriba, de no procurarme un futuro mejor, de no crecer en mi vida de fe, la tentación de ser mediocre. Por supuesto que si digo: no me dejes caer en la tentación, voy a intentar no caer en ella, ¿verdad?…

Si rezamos el padre nuestro, es una pequeña dosis de vitaminas que nos hace proyectar el día con la mirada de Dios, si lo hacemos al final del día, es un buen examen de conciencia para pedir perdón por aquellas cosas que hicimos mal, para dar gracia por lo que hemos recibido y para sostener nuestra fe para el otro día, crecer siempre, crecer

La oración envuelve a la totalidad de la persona y nos ayuda ser consciente y a no estar indiferentes a los que nos rodea, por eso nos preocupa algunos aspectos de la realidad nacional que urgen respuestas

1                   – la renegociación del Anexo C. Años esperamos que llegue el 13 de agosto para que caduque el actual acuerdo, pasó y ¿el actual gobierno está poniendo bajo su mirada estrategias para una buena renegociación?

2                   – la violencia que no para, asesinatos, feminicidios, asaltos a gran escala.

3                   – El atropello a la Constitución ¿es necesario forzarlo? Hay que respetar la institucionalidad en el Consejo de la Magistratura.

4                   – el acueducto del Chaco costó 130 millones de dólares al estado y no funciona…que tristeza y los que sufren son los más pobres.

5                   – Problemas de corte de corriente eléctrica en todo el departamento de Alto Paraguay con perjuicio a la población con la perdida de sus electrodomésticos. Falta la construcción urgente de una subestatica en el departamento.

6                   – También consideramos necesaria la construcción de caminos de todo tiempo, ya que las comunidades son muy castigadas por la falta de acceso.

Estas son nuestras inquietudes y traemos a la oración aquí, a nuestra Madre para que interceda por nosotros, por nuestras autoridades, porque ella nos puede ayudar a salir victoriosos en los momentos difíciles que vivimos, como familia, como sociedad, como nación paraguaya.

Pidamos al Señor que nos ayude a permanecer cada vez más cerca de Él, que, en nuestro acontecer diario, aun en las penas y tristezas nos sintamos fortalecidos, confiados de que nuestra oración al Padre por manos de María Santísima siempre será escuchada.

HOMILIA CAACUPÉ 29/11/23

“La Eucaristía: la Oración más importante de la Iglesia”.

La oración es propia de la Iglesia, esta es su esencia, por tanto, no puede haber una comunidad eclesial sin oración.

La oración- eucarística, impulsa a la comunión sinodal. O sea, somos el pueblo de Dios que camina, y todos se apoyan para seguir juntos, mediante la fuerza de la Eucaristía.

“Debemos aprender a decir ‘Padre’, es decir, ponerse en su presencia con confianza filial. Pero para poder aprender, se necesita reconocer humildemente que tenemos necesidad de estar instruidos, y decir con simplicidad: Señor enséñanos a orar”, lo dijo el Papa Francisco.

Para comprender la belleza de la celebración eucarística, señaló el Santo Padre, hay que entender que la Misa es oración, es más, es la oración por excelencia, la más alta, la más sublime, y al mismo tiempo la más “concreta”. 

De hecho, es el encuentro de amor con Dios mediante su Palabra, el Cuerpo y Sangre de Jesús. Es un encuentro con el Señor”. (Papa Francisco en la Audiencia General del tercer miércoles de noviembre).

Debemos responder a una pregunta. ¿Qué cosa es verdaderamente la oración? La oración, es sobre todo diálogo, relación personal con Dios. Decía San Bernardo: «el que oye devotamente una Misa en gracia de Dios merece más que si diera de limosna todos sus bienes».

Encuentro con Cristo:

La Eucaristía es un encuentro íntimo con Jesucristo. Los fieles enfatizamos la importancia de prepararse espiritual y mentalmente para recibir a Cristo en la Eucaristía. Esto incluye la confesión regular de los pecados y la reflexión sobre la vida cristiana.

Comunidad y Unidad:

La Eucaristía es una celebración comunitaria. Los bautizados destacamos cómo la participación en la Eucaristía, fortalece los lazos comunitarios y fomenta la unidad entre los fieles. Y anima a la comunidad a acoger a nuevos miembros y a cuidar de aquellos que están en necesidad.

La Eucaristía nos abre a todas las dimensiones del Misterio de Jesús, que es mayor que nosotros y no puede reducirse a la medida que nosotros deseamos. 

Es un banquete, iniciado en la noche del Jueves Santo antes de la Pascua, en el que somos convidados a recibir el don: «Tomen, coman… Beban todos…» (Mt 26,26.27). Dios hace comunión con nosotros y quiere que vivamos esa comunión entre nosotros. La Eucaristía es el sacrificio, que se ofrece una vez por todas, en el que hacemos memoria (cf. Lc 22,19) y se hace actual la entrega del, Resucitado, que sufrió y murió por nosotros. En la celebración eucarística, no sólo el pasado se hace actual, también se anuncia y anticipa el futuro en la última venida de Cristo, principio y fin de todo lo creado. Estas verdades nos llenan de esperanza, porque nos recuerdan que no estamos solos.  Jesús permanece con nosotros hasta el final de los días (Mt 28,20).

Participación Activa:

Anima a los fieles a una participación activa, la Eucaristía. Hace que sea con más fuerza sinodal.

"La sinodalidad es el modus de trabajar la comunión eclesial, la participación también en cuestiones y decisiones de gobierno, en los aspectos de la vida de la Iglesia.

Los seguidores de Cristo, entizamos la conexión entre la Eucaristía y la vida cotidiana. La experiencia de la Eucaristía debe transformar la vida de los fieles, inspirándolos a vivir de acuerdo con los valores cristianos en sus hogares, lugares de trabajo y comunidades.

Mediante este Cristo vivo en el corazón, debemos de defender, la familia, y la identidad de lo femenino y masculino que somos al nacer, así como ha querido nuestro Creador.

Hay hambre y sed de una vida digna.  Muchas familias tienen que dedicar gran parte de su tiempo y energías para conseguir una alimentación deficiente e insuficiente.  Nuestra Iglesia debe profundizar su compromiso en la erradicación de la pobreza.  Que todos puedan acceder a la comida festiva y la reunión significativa que significa la Eucaristía.

Adoración Eucarística:

Fomentar la adoración eucarística fuera de la Misa. Muchas comunidades ofrecen momentos de adoración donde los fieles pueden pasar tiempo en silencio ante el Santísimo Sacramento, fortaleciendo así su relación personal con Cristo

Catequesis Continua:

Proporcionar una catequesis continua sobre la Eucaristía para profundizar la comprensión de los fieles sobre este sacramento. Esto puede incluir estudios bíblicos, charlas pastorales y materiales educativos que ayuden a la comunidad a crecer en su fe eucarística.

Por eso meditamos las Escrituras para conocer el “resplandor de la gloria de Dios” que él nos reveló (Hb 1,3) en su vida concreta, en sus palabras, en sus acciones, en la gran gesta de su Pasión, Muerte y Resurrección.  “El verdadero Jesús”, Hijo de Dios, hombre de carne y hueso, de discernimiento, decisiones, oración, amor apasionado al Padre y a la humanidad, viene a nuestro encuentro en la Eucaristía.  La presencia “real” nos dice que bajo las especies eucarísticas está realmente presente Jesús.

Misión y Servicio:

Relacionar la Eucaristía con la misión y el servicio. Los fieles, al recibir a Cristo en la Eucaristía, son enviados a compartir el amor y la gracia de Dios con los demás a través del servicio y la misión en el mundo.

La fe en el Cuerpo de Cristo es fundamental.  Afirmamos y creemos que el pan y el vino que compartimos son el Cuerpo y la Sangre de Cristo.  Al comulgar nos unimos al cuerpo de la Iglesia misma, en la comunidad, en la creación, en los más pobres, en todas las situaciones donde están “esos pequeños que son (sus) hermanos” (Mt 25).

1ra lectura: Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso en unos recipientes y derramó la otra mitad sobre el altar. Y leyó delante del pueblo, el documento de la alianza. Y el pueblo contestó, así vamos a cumplir” (cf.  Ex 24, 3-8 ).

El cuerpo de Cristo abarca una inmensa red y es una red corporal, no meramente virtual.  San Juan, en su primera carta, nos exhorta a vivir la comunión integralmente: “todo el que confiesa que Jesucristo realmente se hizo hombre es de Dios” (1 Jn 4,2) y por ello “si alguien dijera: ‘Amo a Dios’, pero aborrece a su hermano, sería un mentiroso” (1 Jn 4,20).  Estar unido al Cuerpo de Cristo en la celebración eucarística es amarlo en la familia, en la comunidad, en la sociedad, en los que sufren. La liturgia del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, es inseparable del servicio en la vida cotidiana y en la acción social.

María santísima, nos ayude con la luz de su hijo Salvador, a vivir la Eucaristía que es la oración más importante de la Iglesia.

Que así sea.


“La Eucaristía: la Oración más importante de la Iglesia”.

La oración es propia de la Iglesia, esta es su esencia, por tanto, no puede haber una comunidad eclesial sin oración.

La oración- eucarística, impulsa a la comunión sinodal. O sea, somos el pueblo de Dios que camina, y todos se apoyan para seguir juntos, mediante la fuerza de la Eucaristía.

“Debemos aprender a decir ‘Padre’, es decir, ponerse en su presencia con confianza filial. Pero para poder aprender, se necesita reconocer humildemente que tenemos necesidad de estar instruidos, y decir con simplicidad: Señor enséñanos a orar”, lo dijo el Papa Francisco.

Para comprender la belleza de la celebración eucarística, señaló el Santo Padre, hay que entender que la Misa es oración, es más, es la oración por excelencia, la más alta, la más sublime, y al mismo tiempo la más “concreta”. 

De hecho, es el encuentro de amor con Dios mediante su Palabra, el Cuerpo y Sangre de Jesús. Es un encuentro con el Señor”. (Papa Francisco en la Audiencia General del tercer miércoles de noviembre).

Debemos responder a una pregunta. ¿Qué cosa es verdaderamente la oración? La oración, es sobre todo diálogo, relación personal con Dios. Decía San Bernardo: «el que oye devotamente una Misa en gracia de Dios merece más que si diera de limosna todos sus bienes».

Encuentro con Cristo:

La Eucaristía es un encuentro íntimo con Jesucristo. Los fieles enfatizamos la importancia de prepararse espiritual y mentalmente para recibir a Cristo en la Eucaristía. Esto incluye la confesión regular de los pecados y la reflexión sobre la vida cristiana.

Comunidad y Unidad:

La Eucaristía es una celebración comunitaria. Los bautizados destacamos cómo la participación en la Eucaristía, fortalece los lazos comunitarios y fomenta la unidad entre los fieles. Y anima a la comunidad a acoger a nuevos miembros y a cuidar de aquellos que están en necesidad.

La Eucaristía nos abre a todas las dimensiones del Misterio de Jesús, que es mayor que nosotros y no puede reducirse a la medida que nosotros deseamos. 

Es un banquete, iniciado en la noche del Jueves Santo antes de la Pascua, en el que somos convidados a recibir el don: «Tomen, coman… Beban todos…» (Mt 26,26.27). Dios hace comunión con nosotros y quiere que vivamos esa comunión entre nosotros. La Eucaristía es el sacrificio, que se ofrece una vez por todas, en el que hacemos memoria (cf. Lc 22,19) y se hace actual la entrega del, Resucitado, que sufrió y murió por nosotros. En la celebración eucarística, no sólo el pasado se hace actual, también se anuncia y anticipa el futuro en la última venida de Cristo, principio y fin de todo lo creado. Estas verdades nos llenan de esperanza, porque nos recuerdan que no estamos solos.  Jesús permanece con nosotros hasta el final de los días (Mt 28,20).

Participación Activa:

Anima a los fieles a una participación activa, la Eucaristía. Hace que sea con más fuerza sinodal.

"La sinodalidad es el modus de trabajar la comunión eclesial, la participación también en cuestiones y decisiones de gobierno, en los aspectos de la vida de la Iglesia.

Los seguidores de Cristo, entizamos la conexión entre la Eucaristía y la vida cotidiana. La experiencia de la Eucaristía debe transformar la vida de los fieles, inspirándolos a vivir de acuerdo con los valores cristianos en sus hogares, lugares de trabajo y comunidades.

Mediante este Cristo vivo en el corazón, debemos de defender, la familia, y la identidad de lo femenino y masculino que somos al nacer, así como ha querido nuestro Creador.

Hay hambre y sed de una vida digna.  Muchas familias tienen que dedicar gran parte de su tiempo y energías para conseguir una alimentación deficiente e insuficiente.  Nuestra Iglesia debe profundizar su compromiso en la erradicación de la pobreza.  Que todos puedan acceder a la comida festiva y la reunión significativa que significa la Eucaristía.

Adoración Eucarística:

Fomentar la adoración eucarística fuera de la Misa. Muchas comunidades ofrecen momentos de adoración donde los fieles pueden pasar tiempo en silencio ante el Santísimo Sacramento, fortaleciendo así su relación personal con Cristo

Catequesis Continua:

Proporcionar una catequesis continua sobre la Eucaristía para profundizar la comprensión de los fieles sobre este sacramento. Esto puede incluir estudios bíblicos, charlas pastorales y materiales educativos que ayuden a la comunidad a crecer en su fe eucarística.

Por eso meditamos las Escrituras para conocer el “resplandor de la gloria de Dios” que él nos reveló (Hb 1,3) en su vida concreta, en sus palabras, en sus acciones, en la gran gesta de su Pasión, Muerte y Resurrección.  “El verdadero Jesús”, Hijo de Dios, hombre de carne y hueso, de discernimiento, decisiones, oración, amor apasionado al Padre y a la humanidad, viene a nuestro encuentro en la Eucaristía.  La presencia “real” nos dice que bajo las especies eucarísticas está realmente presente Jesús.

Misión y Servicio:

Relacionar la Eucaristía con la misión y el servicio. Los fieles, al recibir a Cristo en la Eucaristía, son enviados a compartir el amor y la gracia de Dios con los demás a través del servicio y la misión en el mundo.

La fe en el Cuerpo de Cristo es fundamental.  Afirmamos y creemos que el pan y el vino que compartimos son el Cuerpo y la Sangre de Cristo.  Al comulgar nos unimos al cuerpo de la Iglesia misma, en la comunidad, en la creación, en los más pobres, en todas las situaciones donde están “esos pequeños que son (sus) hermanos” (Mt 25).

1ra lectura: Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso en unos recipientes y derramó la otra mitad sobre el altar. Y leyó delante del pueblo, el documento de la alianza. Y el pueblo contestó, así vamos a cumplir” (cf.  Ex 24, 3-8 ).

El cuerpo de Cristo abarca una inmensa red y es una red corporal, no meramente virtual.  San Juan, en su primera carta, nos exhorta a vivir la comunión integralmente: “todo el que confiesa que Jesucristo realmente se hizo hombre es de Dios” (1 Jn 4,2) y por ello “si alguien dijera: ‘Amo a Dios’, pero aborrece a su hermano, sería un mentiroso” (1 Jn 4,20).  Estar unido al Cuerpo de Cristo en la celebración eucarística es amarlo en la familia, en la comunidad, en la sociedad, en los que sufren. La liturgia del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, es inseparable del servicio en la vida cotidiana y en la acción social.

María santísima, nos ayude con la luz de su hijo Salvador, a vivir la Eucaristía que es la oración más importante de la Iglesia.

Que así sea.

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